
Hace unos días, al llegar a mi departamento y sin tener nada que hacer, me dispuse a encender el televisor y ver que tontería se transmitía como a eso de la las 7:00 de la tarde-noche. Cuál fué mi sorpresa, que en esos momentos se estaba transmitiendo y ya a la mitad, una película de Jean Claude Van Dame. ¡Nómbre..!, me dije... ¡Ésto no puedo perdérmelo!
En realidad jamás me han gustado las películas de ese corte y mucho menos de ése seudokaratecactorzuelo, pero creo que en esos momentos; sentía una necesidad de autoflajelarme mentalmente y decidí chutarme el resto de la "trama" que como ya había dicho anteriormente, estaba comenzada e iba a más de la mitad. (Afortunádamente)
La verdad es que nunca me enteré de cómo se llamaba dicha película, pero en realidad eso no tiene importancia, creo que todas las películas que ha hecho y sin excepción; tratan de lo mismo y el trasfondo de cada una de ellas, solo es la interminable sucesión de una copia de la anterior y así mismo de otra anterior y otra anterior y otra anterior...
Cómo en todas las que he visto de él, (¡Si! Así es... para criticar tengo que ver, ¿O no...?) siempre interpreta a un ciudadano de algún país maravillosamente capitalista, es un soldado que defiende las bondades de dicho país o en el mejor de los casos es un justiciero de esos casi anónimos que andan por el mundo enderezando los entuertos que lo agobian y de la manera más espectacular:
¡A chingadazos!. Un, por así decirlo: "Aereo Quijote Galáctico de Combate."
Algo que siempre me ha sorprendido es que éste tipo de heroes Hollywoodenses son inmunes a las balas. En este tipo de películas pasan por situaciones realmente difíciles de enfrentamientos entre buenos y malos donde se suelta la balacera, se dispara todo tipo de armas, de calibres y ellos, armados solamente con sus puños y el poder debastador de sus patadas, encuentran siempre la manera de salir avantes e ilesos entre una montaña de cadáveres. Bueno, la verdad es que si se llevan uno que otro moretón, un rozón de una bala o cualquier rasguño que no pueda arreglarse con una venda mugrosa y sudada o cualquier trapo que sirva para lo mismo.
La mujer bella y de reparto siempre tiene que existir, sin ella no habría trama porque es la que realmente da fuerzas y motiva a que nuestro heroe lleve a buen fin sus nobles fines justicieros y es la que siempre lo acompaña en los peligros para que al final de la película, después de haber dilapidado una cantidad infinita de balas, se hayan quemado como 50 vehículos automotores y se haya muerto la mitad del elenco, esté presente para cuando Van Dame, nuestro heroe en cuestión, cara a cara con el enemigo y sacando de no se dónde fuerzas de flaqueza, se agarre a madrazos con el integrante más chicho del bando contrario.
La pelea final se lleva a cabo y sin organizarla en un espacio abierto y con espectadores (acto que sería envidiado por los empresarios de la Triple AAA) y en dónde, después de recibir unos putazos dignos de dejar inconciente a cualquier mastodonte, nuestro heroe, ensangrentado y casi al borde del desmayo, intercambie una mirada furtiva con su amada... lo cuál lo hace levantarse cual Ave Fenix y apoyado por la magia de la cámara lenta (y en repeticiones) le acomoda al enemigo unos tremendos patadones en la mandíbula. ¡Ohhh proeza digna de los dioses...! Lo ha vencido... ¡Si señor...! ¡El villano ha sido derrotado...!
Ya para terminar, su amada lo ayuda a levantarse y se retiran abrazados entre las miradas de admiración de la muchedumbre, de la plebe, del vulgo que con temor y respeto los miran alejarse entre los escombros de la destrucción. Sáben que algún día y solo si se esfuerzan demasiado... podrán ser como él, como nuestro heroe. Ese gran paladín de la justicia y luchador incansable de las causas justas...
¡Chále's! ¿Pero sáben qué es lo peor...? ¿Sáben qué es más chafa que todo ésto...? ¿No...? Pues toda la gente a la cual le gusta ver esta mierda del celuloide...
Marcelo Soria Martínez